miércoles, 19 de agosto de 2009

Gran Hotel

Entró en el hall del Gran Hotel como si estuviera haciéndolo toda su vida, con aplomo pero sin avasallar. Su entrada sacó del letargo a los pocos habitantes del bar del hotel. El repiqueteo de los tacones, el suave bamboleo de las caderas, el cimbrear de su cintura, unos labios rojos y un vestido que en otra percha fuera de putón en ella era puro atrevimiento elegante o pura elegancia atrevida. La parroquia del Gran Hotel estaba acostumbrada a mujeres espectaculares (suponiendo que a eso se acostumbre uno…), pero ella no era espectáculo, era clase, con un fondo de amargor desesperanzado y melancólico, una mujer de las que ya no quedan.
Un trago y un paseo por sus ojos, nervios en el estomago, inquietud en el alma, esos ojos.. hay que batirse, pensé, me acerqué a hablar con ella, dos copas mas y la misma parroquia que admiró su entrada, admiró nuestra salida hacia el ascensor.
Ya en mi habitación ella desencadenó una fiesta sensorial, un universo gozoso, experiencia, método y voluntad al servicio de la lujuria, el arte del placer o el placer hecho arte.
El cálido sol del mediterráneo en invierno me despertó abrazado a su ausencia, aclaré mi vista y salté de la cama, una tarjeta en el espejo del baño, el número de un celular y escrito con letra apresurada y lápiz de labios:
“NO ME LLAMES NUNCA”
Esta claro ¿No?

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