Doy los créditos a la autora que me invitó a la citada actividad, a la que me lancé con mi habitual inconsciencia y desprecio por la propia vida e integridad física. No creo que esté definida en diccionario alguno, por ahora, pero si así fuera sería algo parecido a esto: “dícese de la actividad humana propia de fines de semana que combina la visita a alguna exposición o museo con la ingesta, generosa y abundante, de una bebida alcohólica, no destilada, de sabor amargo, que se fabrica con granos de cebada u otros cereales cuyo almidón se fermenta en agua con levadura u otros organismos como bacterias y obtiene sabor y aroma principalmente por lúpulo”.
Como
ya se intuye, casi seguro, no solo”in vino veritas”, los fermentados de cebada también
son capaces de producir esos arranques de sinceridad trascendental. De la
citada actividad salieron temas para varios “teefeges” y alguna que otra tesis
doctoral, pero mi natural diletante me alienta a salir del paso con una entrada
del blog, al fin y al acabo el tamaño no importa, dicen. (Eso para otro día.
De
la conversación, el paseo y las libaciones salió alguna que otra
recomendación, más o menos consensuada, sobre cómo mejorar nuestras relaciones
con las personas que nos importan (parejas, amigos etc... que en esto no hubo
mucho consenso). En realidad mas que recomendaciones serian una especie de “bueno
hábitos” de la vieja escuela que vendría bien revitalizar.
Pasar
tiempo de calidad juntos (aquí presenté un voto particular discrepante, la
calidad del tiempo no la considero demostrada), sin celular ni nada tecnológico que
nos distraiga. Hay pocas alegrías en la vida que igualen una buena conversación,
una risa genuina, un largo paseo, un baile o un gran abrazo compartido
por dos personas que se preocupan el uno por el otro.
No
hay que hacer grandes planes, el tiempo juntos sin distracciones es el plan. Reunirse en carne y hueso tan a menudo como
sea posible.(que pereza!) No porque sea conveniente hacerlo, sino porque vale la pena el esfuerzo extra.
Estar
completamente presente cuando se está en presencia de otras personas. Una de
las mejores sensaciones del mundo es saber que tu presencia y ausencia
significan algo para alguien. Y la única manera de que tus seres queridos sepan
esto es mostrárselo cuando estás con ellos. Nada de lo que puedas dar es más
apreciado que tu atención sincera y enfocada, tu presencia completa. Estar con
alguien, escuchar sin reloj y sin anticipación del próximo evento es el mejor
cumplido. De hecho, es el gesto más valioso que se puede hacer a otro ser
humano.
Amigos
y familiares son demasiado hermosos para ignorarlos, regalarse uno (no me
refiero a aparecer encima de la cama vestida solo con un lacito aunque también
tiene lo suyo…) tiempo, atención indivisa y amabilidad. Eso es mejor que
cualquier otro regalo, no se romperá ni se perderá, y siempre será recordado.
Y
más cosas que mi legendaria pereza frena.
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