martes, 13 de mayo de 2008

Ensayo 4

Ahora tengo muchos años mas y he visto muchas mujeres desnudas, nunca tantas como quisiera, pero nunca vi así a aquella novieta a la que los pocos años convertían en dulce amante. Aquellas inexpertas caricias, muy lejos de las maravillas que, no hacia mucho, me había proporcionado mi amante venían a mi mente en esta noche cálida de verano. La mente es impredecible.

La vista se acostumbra a la penumbra, en esto la edad también influye alargando el tiempo, como en todo. Dejo caer la vista sobre la inmensa habitación, que ni siquiera la cama tamaño especial, dos por dos, que por sugerencia mía estas locas habían puesto en el antigua salón. Ni el sofá, que también me empeñé en poner para desarrollar allí la famosa escena del mismo nombre, que tanto me costó convencer a mi amante y al que tanto partido le han sacado sus amigas, consiguen llenar por completo. El minibar, la alfombra, el sofá, equipo de música, video, y DVD, completan los caprichos más confesables de mi escenario ideal, a los que mi amante siempre se entregaba con entusiasmo encomiable y sus compañeras de piso con menos disimulo que curiosidad. Como aquella vez que cuando volvieron del fin de semana en el pueblo y se encontraron con un nuevo juego de peqeños cuadros por toda una pared del salón... tardaron unos días en caer en lo de las argollas. O la curiosidad innegablemente femenina que les despertaba el contenido del maletín de cuero, después pequeña caja fuerte y al final cajón de la mesilla.

1 comentario:

  1. Natural curiosidad de lo prohibido, de lo no habitual. La costumbre de marcar los límites entre lo malo y lo bueno, de necesitar confianza para poder atreverse… a convertir lo malo, en bueno.

    ResponderEliminar

Comentarios...