domingo, 3 de agosto de 2008

La sal de la vida

Playa, sol, arena, luz reflejada en el agua, haciendo castillos con mi retoño. Los cuarentañeros habituales a mi lado, todo transcurre placidamente, un tranquilo día de veraneo mas. Nada puede turbar esta pax veraniega, nada, hasta que, de repente, algo atrae mi atención, una visión bárbara, una presencia sublime que intento describir en cifras ( tengo un oscuro pasado de ciencias al que no puedo sustrareme..):

- 170 centímetros de señorita.
- 50 centímetros de melena rubia.
- 55 kilogramos de acero para los barcos...(prieta carne bronceada..)
- 28 años +/- 2 (medidos a la estima)
- 2 pendientes.
- 1 piercing en el ombligo
- 1 braga biquini de color rojo de esas que se atan en las caderas.
- 1 gafas de sol de Gucci.
- 6000 euros de gel de silicona, muy, pero que muy bien puestos.
- 1 sonrisa encantadora.
- 1 mirada inteligente.

La ya descrita figura pasea, diriase que se desliza, flota sobre esa línea de la playa en la que apenas te mojas pies. La conversación de los cuarentañeros, se detiene, el tiempo se para, la respiración se corta, la garganta se seca, pasa un ángel…las conyugues cuarentañeras, de buen ver, rompen el hechizo con los típicos comentarios: “..que si tampoco es para tanto, que hay que ver los hombres, que con esa edad y ya retocada…”

No me parece que mirando normalmente se moleste, pero ya había visto todo que a la vista estaba, que era mucho y bueno, asi que vuelvo mis obras de fortificación playera mientras la beldad rubia se aproxima. En ese momento mi benjamín, (seis años de rubia naturalidad sincera) rastrillo en mano, levanta la cabeza, observa algo, señala con el rastrilo y con ese tono de voz que le caracteriza y un volumen como para que le oigan en seis millas (náuticas oiga, que estamos en la playa) a la redonda dice: “papá, papáaaaa mira que tetas mas guapas, mira”.
Tras un micro segundo de impass levanto la vista y alcanzo a ver a la joven que le brinda una caricia a la rubia cabeza de mi hijo mientras, entre risas, dice:”adios guapo”.
Y se aleja como flotando por la playa mientras las cabezas de los veraneantes foman un movimiento como de ola....
La sigo con la mirada, vuelvo la vista mi hijo y para mi pienso: “que razón tenía quien dijo aquello de que los niños son la sal de la vida”.

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