El agua fría acabo ahuyentando los vapores que embotaban mi cabeza, todavía flotaba en una nube cuando el ascensor me dejó en el Hall del Gran Hotel. Con la tarjeta en la mano y sin saber que hacer pedí un café en la barra mientras en mi cabeza la frase orbitaba en torno a una idea en estado embrionario. Marqué su número sin esperanza y la amable voz cibernética no me defraudó “el número al que llama….”
Me zambullí en el barullo de la ciudad, dejándome llevar por los todavía extraños para mi flujos circulatorios de la mañana de un lunes. El bullicio hizo reaccionar mi neurona, esto no podía quedarse, si no quisiera que la encontrara no habría dejado su número.
Volví al Gran Hotel, me despedí y cogí el camino a casa empujado por su aroma, sintiendo su presencia. Busqué refugio en la falsa cotidianeidad de mi morada pero tenía una desazón que se pegaba a mí como una lapa. Con esa inquietante sensación de estar metiéndome en algo que no podré controlar llamé a Isabel:
- Queso con mojama y amontillado- digo.
- La cosa debe ser grave –dice ella divertida- tendrá que ser a las nueve y en tu casa.
Paseando encontré tus sitios y te confieso que me gustaron mucho.
ResponderEliminarSaludos
REM
Me alegro de que te gusten REM, siempre bienvenida.
ResponderEliminarUn saludo
¿Me puedo apuntar al amontillado?
ResponderEliminarPrescindo hasta del queso.
ME hace falta, querido.
Queda usted apuntada querida...
ResponderEliminarEspero que sepa lo que hace...