UN HOMBRE DE PAREJA

Volvíamos de tomar unas cañas, ya en la fase de las copas el resto del grupo iniciaba la restirada al nido familiar, solo quedábamos los “singles” (aunque como no deje de cocinar voy a parecer un “double” yo solito). Camino de algún local cerca de donde había aparcado mi colega nos sorprendió un ataquito de “sinceridad” interior, (no hay nada menos objetivo que un ataque de sinceridad interior) y así, sin declaración de intenciones previa me suelta aquello de:

-Yo es que soy un hombre de pareja.

-Ya. (porque no has probado el trio….pero pensé que mas que un vacile sin mucho ingenio lo que buscaba era que le escucharan)

Inasequible al desaliento, con toda la energía de una reciente separación continuó:

- Necesito ese cariño, ese saber que la llegar a casa alguien está ahí….

Mientras recuperaba el resuello y me esforzaba por no quedarme atrás,(que esto de salir de bureo con súper atletas es lo que tiene) empecé a recapitular un poco, a ver majete, si tu en el curro te apuntas a todo que has hecho mas kilómetros que yo, que ya es decir, por las tardes te quemabas las neuronas en clase para sacarte otra ingeniería (¡otra!) y todavía  empleabas el tiempo, que no se de donde sacabas, en entrenar carreras, bicicleta y piscina. Si el sitio donde menos tiempo estabas es en casa sin duda.

Pero como un ataquito de sinceridad en crudo no siempre resiste un contraataque al mismo nivel, recurrí al medio tono y a la circunstancia, aquellos lugares comunes que creemos saber y con frecuencia olvidamos, ahora no es el momento, primero céntrate tu, estas en una encrucijada en tu vida, ya aparecerá la persona adecuada….. que sin dejar de ser ciertas solo pretendían endulzar un poco lo que realmente quería decirle. Y es que eso de “un hombre de pareja” es un cliché que tiene grabado desde pequeño y que ya va siendo hora (35) de que lo revise en serio y después ya verá si es hombre de pareja, dobles parejas o full de ases jotas.

A ritmo de grandes zancadas y pequeñas verdades entramos en un garito donde la sonrisa de la camarera iluminaba mas que las luces psicodélicas, lo tenia ya medio convencido de que no saliera corriendo a emparejarse con la primera incauta con un cliché similar al suyo (hay muuuuchas) cuando el escote de la camarera nos hizo perder el hilo. Una vez pedidas las copas retomamos el hilo con la torpeza propia de nuestro género.

-Además- le decía yo – si yo tuviera tu percha y tus abdominales (tabla de lavar tiene el jodio) me iba a hinchar…

-Pero si tu ya te has hinchao maricón…

-Ya, bueno, si no es que si ni que no, que si es yo ya….

Y me sacó del apuro la camarera colocando los gins entre la inmensidad de sus ojos y la profundidad de su escote. 

Y de esta tontería, que ocurrió hace un par de semanas, me he acordado un domingo por la mañana, al ver los de la foto disfrutando del osado sol levantino y del placer de hacer fotos en pareja.