viernes, 13 de julio de 2012

INSATISFACTION

La insatisfacción es el motor que nos impulsa a buscar oportunidades, a resolver problemas y a aspirar a más. Pero  cuando traspasa el límite de lo sano cuando nos desequilibra emocionalmente y nos hace sufrir, cuando nos impide disfrutar de lo que hacemos y, sobre todo, cuando no nos deja avanzar y alcanzar nuestras metas es algo terrible.
Vivimos en una especie de epidemia de insatisfacción que azota nuestras almas y que amenaza permanentemente nuestra felicidad. Ese sentir que no somos felices, no ya cuando no se tienen las mínimas condiciones para ello (esto sería legítimo), sino cuando incluso disponemos de todo lo que nos podría llevar a pensar que nuestra vida es razonablemente estupenda.
Quizás la autentica condición humana sea el sufrimiento o insatisfacción vital o tal vez sea que el estar vivo conlleva, por sí, la experimentación de momentos agradables y desagradables y que la aceptación de este hecho nos puede ayudar a tener más paz, a pesar de todos los momentos de insatisfacción.
Conozco insatisfechos permanentes que protestan y se quejan por todo, gente para la que nada resulta suficiente. Personas que no saben disfrutar de sus éxitos laborales, porque creen que no es para tanto el mérito o porque creen merecer más, y que tampoco están dichosos con sus relaciones personales, porque son incapaces de apreciar los buenos gestos del otro y sus virtudes.
Cuando alguien vive en un estado de queja permanente y de protesta constante, no tiene ningún tipo  de satisfacción vital y es entendible que sus días se conviertan en una tenaz lucha por sentirse un poco mejor.
Esto, no es un comportamiento individual y aislado, parece que tiene tendencia a extenderse al resto de la sociedad, donde es cada vez más frecuente observar altos índices de irritación. La gente, de hecho, está cada vez más airada debido a una situación, sobre todo económica, que se ha tornado insostenible. Crisis económica sí, pero también crisis política, crisis moral y social.
Pero una cosa es la justa indignación motivada por atravesar una situación personal casi imposible y otra muy distinta el infantilismo enfurruñado, incapaz de manejar la frustración y sentirse mal o muy mal, porque no se ha conseguido el último modelo de móvil o porque el coche de delante es incapaz de arrancar con nuestra presteza, cuando el semáforo torna a verde. Esto último es absurdo y necesita ser revisado.
Comprender que las cosas no son permanentes, constituye la única vía de liberarnos del sufrimiento. Nuestra salud, nuestra vida, las posesiones, el poder o el prestigio social son transitorios e insatisfactorios, por eso el hecho de apegarse a ellos, como a algo que pudiera hacernos felices, solo consigue aumentar nuestra pena y desconsuelo.
Como puede verse (y leerse) soy un gran teórico, pero lo cierto es que cuando escuché el otro día a la panda de canallas al Presidente del Gobierno en la casa de putas el Parlamento exponer las medidas que me van a hacer tener por delante unos años muy difíciles se me quedó la carita de la foto.
carita
Apuraremos  los restos mortales de  Bombay Shappire mientras investigo como montar una destilería casera, sin IVA y con muchos grados.

2 comentarios:

  1. Empezando por el final, me apunto al tráfico del destilado ;)

    Y retomando...cada vez más la angustia macroeconomica se va trasnformando en rabia contra las cosas pequeñas; como no podemos con ellos, vamos contra lo que aún pensamos controlar.

    Rabia contenida, que puede estallar en cualquier parte, pagando quien no tiene la culpa.

    Un saludo

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  2. Pilar, estoy investigando el destilado de cascaras de patata, no me da el sueldo para otra materia prima jeje

    Intentaremos seguir la excelente teoría y no caer en la insatisfacción injustificada que nos provoca una exagerada frustración.

    Saludos.

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